jueves, 13 de marzo de 2014

Capítulo XVII


Little Italy, el refugio de Rossano
 
-Halt, halt! Hands up! -gritó Bob, tras los primeros instantes de sorpresa, al tiempo que empuñaba su pistola automática y la apuntaba hacia la cabeza del sujeto que había interpelado a Margaret.

-Calma, amigos. Vengo en son de paz -respondió Rodríguez a la orden de Bob, y aunque no entendía el significado de aquel grito, no dudó en levantar los brazos dos palmos por encima de su cabeza- No teman, estoy desarmado.

-Don´t worry! -exclamó Margaret posando su mano en el brazo armado de su amigo- It´s a Spanish policeman. I met him in Madrid.

-Tranquilos -volvió Rodríguez a tratar de calmar la excitación de Bryant, que se resistía a bajar el arma, usando un tono de voz reposado y amigable- Solo quiero tener una conversación con la Sra. Márgara.

-Creo que nos podemos fiar de él -dijo Margaret a Bob- Cuando le conocí en Madrid, me pareció un hombre digno de confianza.

-¿Quién nos garantiza que no se trata de una trampa? -preguntó inquieto y desconfiado Bob.

-¡Pero hombre! ¿No cree que si hubiera querido hacerles algún mal, no lo habría hecho ya? ¿Quién me lo hubiera impedido? -preguntó a su vez Rodríguez impacientado- He querido venir solo, sin el agente de enlace con la policía de aquí, para poder hablar con entera libertad de los temas que preocupan a la policía española y para que todo lo que hablemos quede entre nosotros. Solo les pido que me consideren un aliado y vayamos a un lugar reservado y seguro, de su entera confianza, para intercambiar información. Y...por favor: Déjenme bajar los brazos que se me están durmiendo. Además, estamos dando el cante y como pase alguien por aquí se va a armar una gorda.

Todavía Margaret y Bob discutieron un rato los pros y los contras de atender la petición de Rodríguez. Al final prevaleció el criterio de ella y decidieron ir los tres hasta su casa en Queens.

Ya en la casa de Margaret, Rodríguez puso sus cartas encima de la mesa.

-Mire Márgara, Vd. puso una denuncia en nuestra comisaría por la desaparición de su hijo Christopher. Pronto supimos que tanto él como Vd. vivían con identidades falsas. Lo ocurrido a su hijo era competencia de la policía neoyorquina, pero nosotros debíamos investigar que la falsa identidad de Vds. no encubría actividades ilegales en España. Esta es la principal razón para que me hayan enviado aquí.

-No le creo tan ingenuo como para pensar en que mi amiga se va a declarar culpable de algo, sin más ni más -observó Bryant.

-No pretendo tal cosa. Sabemos que su hijo se dedicaba a realizar negocios al margen de la ley y sospechamos que Vd., Márgara, también. En una lista que posee la policía de aquí he reconocido a una compañía de Barcelona, la ServiPiX, SA. Me conformo con que me proporcione la información necesaria para encausar a esta y a otras compañías en su misma situación.

-Bueno, puedo facilitarle información detallada sobre algunos asuntos, no todos, porque en este caso tendría que meter en la cárcel a media España. Pero tengo que ponerle una condición: necesito que me garantice que me mantendrá al margen del papeleo de la investigación. Me juego la vida en ello.

-Por supuesto -aseguró Rodríguez- Haremos que todos los expedientes e informes estén referidos a documentación procedente del legajo hallado tras la muerte de su hijo. Solo yo conoceré la verdadera fuente. Lo cierto es, que no me interesa, ni quiero saber, qué puñetas hacen Vds. aquí. No es mi labor, así que por este lado pueden estar tranquilos.

-Además -continuó sin apenas interrupción- no tengo la intención de obtener gratis ese informe. A cambio le voy a decir quién mató, o dio la orden de matar, a su hijo.

-¡Dios mío! -exclamó Margaret- ¿De verdad sabe quién mató a mi hijo? ¿Cómo lo ha podido averiguar?

-La policía de aquí lo sabe, pero no puede probarlo, como tampoco un sin fin de cuentas pendientes que tienen con ese asesino.

-Por favor, díganos de quien se trata -apremió Bob.

-Su nombre es Franky Rossano y dirige, desde Little Italy, un cartel dedicado al tráfico y distribución de droga en tres de los cinco distritos de Nueva York. Es conocido en el hampa como  Franky "el frío" , al parecer porque no le altera cometer la mayor barbaridad. Alguno de sus hombres fue el encargado de dar muerte a su hijo.

-¿Y saben por qué lo mataron? -preguntó Margaret.

-Las causas podrán encontrarlas entre los papeles de Christopher. Su hijo, perdone que se lo diga con esta crudeza, además de poco honesto, era demasiado imprudente al tener negocios con la mafia. Esta no perdona un fiasco. La policía sospecha que fue un ajuste de cuentas. La mafia suele blanquear dinero invirtiendo en negocios legales y seguros, y aunque la rentabilidad no les importa demasiado, no admiten el menor engaño. Por esto, en la comisaría creen que Christopher debió cometer la imprudencia de quedarse algo de ese dinero entre las uñas.

-De acuerdo -aceptó Margaret- El asunto de la ServiPiX se lo cedí a mi hijo. Todavía no hemos podido revisar con detalle sus papeles, pero en dos o tres días podré entregarle un informe completo de este y otros tres casos más. Deme, por favor, su dirección aquí y yo se lo haré llegar. Entre tanto Vd. no me ha visto ni sabe donde vivo.

Rodríguez se despidió y marchó a su hotel más contento que unas pascuas. Aquella noche apenas durmió, impaciente por hablar con su jefe, tan pronto amaneciera, y poder contarle el apoteósico éxito de su misión.

-¿Cómo te va, Rodríguez? -preguntó el comisario Casado, cuyo tono de voz dejaba adivinar que se encontraba de muy buen humor- ¿Qué me cuentas de nuevo?

-Buenas noticias, jefe. En tres días tendré la documentación necesaria para cerrar el caso. Vaya preparando grilletes en cantidad, que no va a dar abasto a enchiquerar gente. Tengo la intención de regresar a Madrid este mismo fin de semana, así que el lunes nos vemos en su despacho.

-¡Estupendo! -clamó alegre el comisario- Sabía que no me fallarías. Te espero entonces el lunes. De todas formas llámame si necesitas algo o si se produce alguna novedad. Y...¡buen servicio!   

Bob Bryant, en cambio, no las tenía todas consigo.

-Me parece que hemos cometido un gran error al traer a este hombre a tu casa. Ahora mismo estás en sus manos.

-No lo creo. Este tipo es un hombre honrado y no tengo duda alguna de que cumplirá el trato que hemos acordado. Si hay algo que he aprendido en estos 26 años de dura supervivencia es a conocer a los hombres, y este no tiene doblez: es tal como se ve... solo que algo más listo de lo que aparenta.

 

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