sábado, 8 de marzo de 2014

Capítulo XV


-Bueno, aquí está lo que buscamos -afirmó Bob Bryant, señalando el paquete de documentación aportado por su antiguo equipo de agentes- Solo habrá que investigar las operaciones más importantes que hizo Joe.

Transcurrieron unos minutos mientras Margaret y Bob se dedicaban a revisar y clasificar aquel montón de papeles, cuando de pronto, Margaret soltó una exclamación de sorpresa, al encontrar entre ellos una gruesa y envejecida carpeta, cuyo original color había mutado en otro indefinible, con el paso del tiempo.

-¡Mira, es la carpeta que William me dio a guardar el día de su muerte! No sabía que se la había llevado Joe

-¿Qué contiene? -preguntó intrigado Bob.

-No lo sé. Nunca quise saberlo. Su visión me hacía recordar la muerte de mi marido, así que la guardé y no volví a mirarla, hasta el punto de haberme olvidado por completo de ella. Por lo visto Joe quiso tener un recuerdo de su padre y se la trajo.

-Veamos qué contiene -dijo Bob y se dispuso a abrirla.

Lo que hallaron en su interior les dejó totalmente asombrados. Estaba escrito en un idioma de signos ininteligibles con gran profusión de esquemas, fórmulas y diseños a cual más extraño.

-Parece estar escrito en clave -apuntó Margaret.

-Más que eso. Los extraños signos que componen este escrito tienen toda la apariencia de ser un idioma desconocido. Quizás estén redactados en clave -concedió Bob- pero sobre un idioma rarísimo. Esos signos no se pueden cifrar y mucho me temo que tampoco descifrar.

-Mira, aquí en la solapa hay una inscripción legible -advirtió Margaret- A ver...dice: B-GE278-52P12-110. ¿Te imaginas qué puede ser esto?

-Me suena mucho...Déjame pensar. Creo que es una dirección -dijo Bob, después de cavilar un rato- Vamos a ver. GE278 tiene que ser la Interestatal 278, que en Brooklyn recibe el nombre de Gowanus Expy. Así pues tenemos la primera parte resuelta.

-¡Ah, claro! Eso está en la zona de los muelles de Greenwood Heights, y P12 debe significar Pier -muelle- Nº 12 -Margaret terminó triunfante- ¡Está clarísimo! ¡Muelle nº 12, almacén nº110 en la 52nd Street, la calle transversal a la GE278 que conduce al muelle! ¡Fantástico! Tenemos que ir y ver que hay allí.

-Calma Margaret. Después de 26 años, quién sabe que habrá en ese lugar.

-Esa parte de N.Y. no ha cambiado mucho. Además mira en esta otra solapa de la carpeta. Aquí está el documento de propiedad, el rescate de los adeudos en la fecha en que Joe llegó aquí y los recibos del pago de los impuestos desde entonces. Ese almacén, o lo que sea, subsiste hoy en día. Vayamos ahora mismo a verlo.

Dicho y hecho. Los dos amigos tomaron el potente coche de Bob y fueron hacia la dirección indicada en la misteriosa carpeta.

Conforme subían por la 52nd St. en dirección a los embarcaderos, fueron comprobando que Margaret tenía razón. Se veían muy pocas nuevas construcciones. En realidad, toda aquella zona se hallaba inmersa en un alto nivel de degradación, con muchos edificios abandonados o ruinosos, las calles sucias y los muelles dedicados al trasiego de chatarras, basuras y residuos industriales. Nada parecido a los pintorescos, modernos y relucientes puertos de Manhattan, ni siquiera a los de la parte norte de Brooklyn. En este reinaba la mugre, la basura y la herrumbre.

Así llegaron a la nave 112. Estaba situada a la vuelta del final de la calle y era una antigua construcción de una planta, que presentaba un acusado aspecto de abandono, con escasa actividad en los establecimientos próximos y nadie a la vista. Una robusta puerta metálica, junto a una gruesa cadena, cerrada por un voluminoso candado, todo ello bien cromatado con abundante óxido, habían evitado, quizás, el pillaje o la habitual acción  vandálica que recae sobre los edificios abandonados.

No disponían de llave y Bob, a pesar de su gran experiencia en la apertura de toda clase de cerraduras, tuvo que luchar a brazo partido con el oxidado mecanismo del candado, hasta lograr abrirlo.

Lo que descubrieron en el interior de aquel almacén les dejó atónitos y maravillados a la vez. Allí, cubierto todo por una gruesa capa de polvo, se hallaba un laboratorio repleto de aparatos y dispositivos de lo más extraño y sofisticado.

-Es evidente que Joe no ha estado aquí. Y si estuvo fue hace mucho tiempo. Seguro que ignoraba la utilidad de estos aparatos. ¿William no te dijo nunca nada sobre esto?

-Nada -contestó Margaret- Creo recordar que, en cierta ocasión, me habló de que estaba trabajando en un proyecto importante con dos científicos. Me parece que eran rusos... no sé. Ya te he dicho que  no solía hablar conmigo de sus trabajos. Decía que así yo estaba más segura.

-Mira, Margaret. Si no te parece mal, voy a fotografiar estas cosas y nos volvemos a tu casa para estudiar las imágenes, junto a la documentación de la carpeta. A ver si así conseguimos sacar algo en claro de todo esto.

Rodríguez regresaba al hotel, cruzando bajo la desembocadura del East River por el Brooklyn Battery Tunnel, con Helen conduciendo, cuando de pronto, al llegar a la confluencia con la gran avenida que le acercaba a su alojamiento, dio un respingo en el asiento, al tiempo que se daba con la palma de su mano en la frente.

-¿Te pasa algo? -preguntó sobresaltada Helen, ante el brusco gesto de su compañero.

-No, no. No es nada. Es que, de repente, me he acordado de algo. Pero no es nada importante -respondió Rodríguez tranquilizándola.

Pero en esos momentos la máquina de pensar del español estaba funcionando a presión. Me cagüen la leche, se decía, si seré idiota. Lo tenía ante mis narices. ¡Tantas veces como lo había visto y sin enterarme!

En efecto, allí, en un cartelón bien grande, estaba indicado el nombre de la concurrida autovía de 6 carriles que iban a tomar: GE 278.

Llegó al hotel y despidió a Helen con la advertencia de que no volviera a buscarle al día siguiente, con la disculpa de dedicar la jornada a realizar algunas compras. Inmediatamente después, tomó un plano turístico de la ciudad, que había traído de Madrid, y se puso a estudiarlo con sumo cuidado.

Poco tiempo tardó Rodríguez en descifrar la misteriosa inscripción. No del todo, pues su falta de conocimiento del idioma inglés le impidió identificar la P de Pier con la palabra Muelle. Pero sabía que era una dirección y que, fuera lo que fuese aquello, se hallaba situado en la calle 52 a solo unos dos km de su hotel.

Pensó en acercarse hasta aquel lugar paseando, pero recordó que le habían advertido que transitar a pie, fuera de las calles céntricas de cualquier ciudad americana, le convertiría en sospechoso de algún delito y sería  detenido e interrogado por la policía, tan pronto le echaran la vista encima.

Se decidió por alquilar un coche y marchó con él  a investigar qué tendría el buen Christopher Keane, el nombre falso de Joe Foster, por aquellos andurriales. Ignoraba el significado de P12-110, aunque no tenía duda de que se trataba de la identificación del inmueble.

¿Polígono 12, nave 110, quizás? Pronto lo sabría. Como Rodríguez solía decir: Preguntando se va a Roma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario