domingo, 28 de diciembre de 2014

Capítulo XXXVI


-¡Caray, Margaret! Cualquiera diría que estamos en cueros en esta historia. No partimos de cero -aseguró, rotundo, Bob Bryan- Gracias a los datos facilitados por Pieterf, además de los que hemos obtenido de ese canalla de Homer, junto a los seguimientos efectuados, hoy conocemos mucho mejor a nuestro enemigo.

-No deja de ser un consuelo, porque por lo demás...-fue el desalentado comentario de Margaret.

-Bueno, bueno. Has dicho que ibas a confiar en mí. ¿no? ¿Acaso te he defraudado alguna vez? ¿O era tan inconsistente tu promesa que unos minutos han bastado para olvidarla? -así reprochó Bob el frío comentario de Margaret.

-¡Oh, Bob, mi fiel amigo del alma! Me tienes que perdonar. Te confieso que, desde que Pieterf nos presentó su informe, me encuentro abatida ante tantas dificultades. Cada vez me siento más intranquila por el resultado de este peligroso asunto.

-¡Bah!, no debes preocuparte por lo que diga Pieterf. Si algo he de admitir, es que se trata de un hombre de recursos. No tengo la menor duda de que, llegado el momento, sabrá estar a la altura de su enorme experiencia. Además, yo todavía dispongo de muy buenas ayudas en mi antiguo departamento. Te propongo que tú y yo dediquemos un tiempo a pensar en esas dificultades que te inquietan y tratar de despejar alguna incógnita del problema.

-Como tú digas.

-Bien. Conocemos de primera mano las principales costumbres y buena parte del carácter del general O´Connell. Es un hombre austero, casi espartano, metódico compulsivo, del que no se le conocen vicios o costumbres licenciosas. Tampoco aficiones costosas, a excepción del gusto por la buena mesa que practica en los mejores restaurantes de la ciudad, en una o dos ocasiones al mes. Misógino y desconfiado hasta la exageración, parece que su única ambición está determinada por una exacerbada ansia por el ejercicio del poder. La riqueza o las bellas mujeres le traen sin cuidado, pero daría uno de sus brazos por mandar o influir en las más altas esferas del poder político o financiero de la Nación

-Eso dicen, pero... ¿crees que sirve de algo esa detallada descripción?

-¡Claro que sirve! El más pequeño detalle del enemigo puede ser vital para lograr una victoria decisiva sobre él. El conocimiento de la personalidad del general nos proporciona datos sobre sus futuras reacciones ante nuestras acciones de ataque. Podremos preverlas y mantenernos siempre varios pasos por delante de él.

-Está bien. Entendido. Continúa por favor -concedió Margaret, que comenzaba a interesarse por las explicaciones de Bob.

-De acuerdo. Como bien dijo Pieterf, es casi imposible asaltar al general, a pesar de sus invariables hábitos diarios, que traen de cabeza a su escolta. Cada día sale de su exclusivo y blindado apartamento de la 5th Avenue, en el límite de Central Park y muy cerca del Metropolitan Museum of Art. Acompañan a su coche otros dos vehículos, todos ellos blindados, con un total de siete guardaespaldas. El cortejo desciende por Park Avenue y se detiene en The Towers of Waldorf Astoria, en el 100 East 50th Street, en cuyo salón Astoria desayuna. En el vestíbulo del edificio Waldorf existe una entrada privada que le conduce directamente al salón donde ya tienen preparada su mesa. Mientras, parte de su escolta le espera en el vestíbulo y el resto cuida de los coches.

-¿Y todos los días hace lo mismo?

-Con puntualidad matemática, salvo algunos sábados y domingos. No todos, porque no es raro verle llegar al trabajo alguno de esos días de fin de semana. Finalizado su breakfast, siguen por Park Avenue hasta llegar a Broadway por Union Square, y lo recorren hasta desembocar en Delancey St. por Bowery. A continuación cruzan por el Williamsburg Bridge para entrar en Long Island. Lo atraviesan de arriba a abajo y entran en Staten Island por el Verrazano-Narrows Bridge, para llegar a la sede del SSD. en Grymes Hill, a las siete y media en punto.

-¿De verdad repite cada día el mismo trayecto con la misma puntualidad?

-Así es. Es un auténtico maniático de la puntualidad. Llueva, nieve o se produzca el mayor atasco del mundo, él llegará a su despacho a idéntica hora cada día. Y su regreso a casa será igual, salvo que su parada en The Towers será para tomar una copa en su afamado Bull & Bear Bar.

-Eso quiere decir que es vulnerable al menos en dos ocasiones al día -dijo Margaret.

-No lo creas. Los accesos están estrechamente vigilados por sus hombres y los de la seguridad del Waldorf. Nada se puede hacer contra él, pero tienes razón, es un buen momento que debemos aprovechar.

-¿Cómo?

-Verás lo que tengo pensado. Recientemente se ha dotado, de forma muy restringida, de un novísimo sistema de escaneado de tarjetas de seguridad a ciertos agentes especiales. Tengo la posibilidad de hacerme con uno de ellos, gracias a la buena amistad que mantengo con un antiguo colega, y aquí entras tú.



-¿Yo? ¡Pero si no entiendo nada de esos chismes tan complicados!


-No hace falta entender. Verás: Este aparato está capacitado para captar las emisiones de cualquier instrumento de activación electrónica o tarjeta de seguridad, por muy débiles que sean. Una vez conocidas sus características, duplicarlos es un juego de niños. Su efectividad decrece con la distancia al objetivo y, a su vez, aumenta el tiempo necesario para efectuar el escaneado. Más allá de un metro de separación, el aparato resulta ineficaz, y para esta distancia límite se necesita no menos de 5 minutos de funcionamiento sin interrupciones.

-¡Es increíble! ¿Y ese sistema es capaz de analizar los dispositivos, aun estando en reposo? Quiero decir... apagados.

-Claro. Lo primero que hace el sistema es activarlos.

-¡Cielos, me dejas asombrada! -exclamó Margaret- Pero sigo sin saber qué demonios pinto yo en todo eso.

-Muy sencillo. Tú estarás en el salón Astoria desayunando a menos de un metro de la mesa donde O´Connell estará dando buena cuenta del suyo. Esta operación debe hacerse en no más de dos días. El primero dedicado a ver y solicitar la situación más favorable de cara al buen funcionamiento del aparato y el segundo para realzar la operación. Emplear más tiempo despertaría las sospechas del general.

-¿Y si no puedo acercarme tanto?

-Tendrás que improvisar, pero ha de hacerse en tu segundo día de estancia en The Towers sin falta. Para que te hagas una idea, el escáner necesitaría 5 segundos si la posición de ambos, tú y O´Connell, fuese de mutuo contacto.  Ingresarás mañana, es decir que pasado mañana será tu primer desayuno allí. Controlarás el tiempo exacto de llegada del general y la posición que ocupe. Al día siguiente, bajarás al salón antes de su llegada, habrás reservado la mesa adecuada y estarás sentada en el lugar preciso, a poder ser, de espaldas a él. Tan pronto llegue activaras el dispositivo y, en cuanto hayas acabado, saldrás disparada de allí.

-De acuerdo -afirmó Margaret- ¿Pero ya estás seguro de obtener  alojamiento en un lugar tan exclusivo con tanta precipitación? Tengo entendido que hace falta reservar con meses de antelación.

-Estoy absolutamente seguro. Ahora mismo me pongo a trabajar en la reserva. Estos sitios alardean de ocupación, pero siempre hay huecos entre las suites más caras. Sobre todo para "la excéntrica millonaria Muriel Dallamore"
 

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