Cuando
uno de los secuaces de Rossano entró en el despacho de su despótico jefe, un
par de horas más tarde, una inmensa sorpresa le aguardaba. Gritó,
alarmado, pidiendo ayuda, al ver a su jefe caído en el suelo y tieso más que un
palo, pero nada pudo hacer el resto de pistoleros que acudieron a sus voces,
salvo solicitar la ayuda de las asistencias.
Los
médicos del Emergency Response diagnosticaron muerte natural, aunque condicionaron
su dictamen al resultado de la reglamentaria autopsia, ante las extrañas
circunstancias que rodeaban la muerte del capo. En efecto, nadie podía explicar
el desorden que imperaba en la estancia, ni el origen de las pintadas que
aparecían en la pared. Mucho menos, el motivo por el cual, el cadáver aparecía
rebozado de pintura roja. Sobre todo, tras la declaración de varios testigos,
asegurando que nadie había entrado en la habitación. En esto no cabía duda
alguna, ya que la entrada, y todos los accesos posibles hasta llegar a la
estancia, habían estado fuertemente vigilados durante todo el tiempo.
Nadie
podía sospechar que hubiera alguien, como Bob y Margaret, capaces de entrar y salir
de allí, sin ser vistos, con la mayor tranquilidad del mundo, gracias a los
sofisticados equipos de ocultación que poseían.
La
muerte de Rossano supuso un periodo confuso en el hampa de NY. agravado por la
intervención de las autoridades de la City, que se vieron obligadas a tomar
drásticas medidas en contra de la mafia, espoleadas por la prensa y la opinión
pública, tras la escabechina en el Black Pearl,
Pero
no duró mucho esa situación. Pronto los negocios mafiosos volvieron a su
criminal normalidad, a pesar de que, tanto el alcalde, como el gobernador del
Estado, trataron de impedir su actividad, aplicando en su acción todos los
medios policiales y jurídicos a su alcance.
En
efecto, la desaparición de Rossano encumbró a varios otros jefecillos que, tan
pronto los luctuosos sucesos acaecidos en la ciudad perdieron actualidad, se
repartieron más o menos amigablemente el negocio, al beneficiarse de que las
redes de distribución y acopio de droga, así como las demás infraestructuras
del crimen, se mantuvieron casi intactas.
El
mismo Grosseto apenas se vio importunado por sus sangrientas maniobras. Cuando
la policía llegó al Black Pearl, solo encontró muertos y moribundos de Rossano.
Toda su gente había desaparecido, incluidos tres empleados que, aun sin
conocer, ni tener nada que ver con los manejos ilegales de su patrón, salieron
huyendo de allí y no se les ocurrió aparecer por aquel barrio en su vida, al no
saber bien a quién temer más, si a los pistoleros del local, a sus enemigos o a
la propia policía. Así, Grosseto halló vía libre para la expansión de sus negocios
ilícitos en NY.
Fue,
sin duda, el mayor beneficiado por la muerte de Rossano. La ciudad se hallaba
"virgen" en el campo de algunos negocios ilegales, tales como el
amaño de presupuestos en toda clase de obra pública, su adjudicación
fraudulenta, el tratamiento ficticio y doloso de las basuras y residuos
industriales, la coacción y fraude en los transportes, el blanqueo de dinero y
otras muchas actividades económicas, situadas a caballo de la fina e imprecisa
frontera que separa lo legal de lo ilegal, donde Grosseto se movía con
admirable soltura y destreza.
Hasta
entonces, esta peculiar labor venía siendo realizada por políticos venales o poco escrupulosos, comisionistas,
promotores y hombres de negocios dedicados a la especulación, todos ellos de
forma limitada e inconexa y sin la conciencia de estar cometiendo un delito y
sí un pingüe negocio, lógica consecuencia de su estimable habilidad y
perspicacia.
Cuando
Grosseto aterrizó en New York con toda su "tropa" y se vio libre de
molestas rivalidades, le costó muy poco hacerse con el control de todos estos
negocios. Creó una tupida red de colaboradores, al estilo de la que había
organizado en Philadelphia, copiada de los nuevos sistemas impuestos por la
camorra napolitana en sus ilegales trapicheos, y se apartó de las acciones
violentas y criminales, tales como la extorsión, la droga, el juego y la prostitución,
el violento campo de acción de Rossano. No es que le repugnara la violencia,
solo que consideraba que debía aplicarse únicamente en casos muy concretos e
inevitables.
Contaba
con una gran experiencia y un buen entrenamiento en el manejo de toda clase de
negocios ilícitos y clandestinos, al haberlos introducido, con buen éxito y durante años, en
el Estado de Pensilvania. Era por esto, por lo que poco le apuró
la resistencia inicial que halló en algunos "peces gordos" de NY.
para cederle sus irregulares ganancias. Sabía muy bien cómo hacer frente a esas
contingencias y de qué manera había que tratar esos casos y a esas personas.
-¿Qué
noticias me traes de la Big Apple?
-Grosseto estaba de muy buen humor cuando recibió la visita de Tony Capelo, su
hombre de confianza en NY City, y no se recató un ápice en demostrarlo con
efusión, mediante una amplia sonrisa, un alegre tono de voz y un afectuoso
abrazo.
-Todas
buenas. O casi todas. Seguimos avanzando en la implantación de nuestros
intereses en la ciudad a un ritmo muy satisfactorio y, poco a poco, se va
consolidando nuestra posición allí. Sin embargo, no todo rueda como deseamos. Hemos
hallado alguna resistencia en ciertos estamentos de la administración municipal
y estatal.
-Bueno,
es natural. No esperaba otra cosa. Sin embargo, con la muerte de Rossano se fue
nuestro mayor obstáculo. Cuéntame lo que haya.
-Hay
un concejal del Borough de Brooklyn que nos esquiva y presiona a nuestros
hombres del Council para que voten en contra de nuestros presupuestos. He probado
a "entrarle" de varios modos sin éxito y ya no sé qué hacer.
-¡Ay
Tony, Tony! ¡Cuánto tienes que aprender todavía! Atiende: Vas a enviarle un
buen regalo. Pero un buen regalo de verdad ¿eh? Uno que no baje de 100.000 $.
Si lo acepta ya es tuyo. Pero si lo rechaza, olvídate de él y busca aliados
entre sus subordinados. ¿Está claro?
-Sí,
sí, jefe. Pero así hice con un Senador y el fulano se quedó con el regalo y
sigue sin favorecernos.
-¡Ojo!
¿Ese Senador es del Estado o Federal?
-¡Cielos,
no! Pertenece al Senado del Estado de NY. Tengo muy presente que Vd. no quiere
que nos metamos en asuntos federales.
-Bueno,
no te preocupes. Ese tío es un cabrón ambicioso incapaz de mantener la palabra
dada. No es de fiar y hay que neutralizarlo. Investiga sus puntos débiles, que
seguro los habrá. Pero si no los encuentras, no hay cuidado, los fabricaremos
hasta conseguir su descrédito. ¿Qué más?
-Tengo
a dos asambleístas en el bolsillo, aunque poco negocio hemos conseguido a
través de ellos.
-Y
seguirás sin obtenerlo. Esos pájaros pintan poco. Céntrate en el Council de la
ciudad. El presupuesto de la Alcaldía ronda los 78 mil millones de dólares y de
ellos tenemos que llenar nuestro saco. Pero no te olvides de aquello que no
dejo de repetiros. No queráis llevaros todas las ganancias. Dejad lo suficiente
para que nuestros colaboradores estén satisfechos. La excesiva ambición acaba
por resultar un mal negocio.
Con
este paternal talante, continuó Grosseto aleccionando a su pupilo. Nadie diría
que estaban tratando asuntos fuera de la ley. Muy al contrario, el orondo capo,
dueño de una beatífica imagen, más propia de un experto y honrado repostero,
daba la impresión de estar instruyendo a uno de sus allegados más queridos en
los principios del buen transitar por el recto sendero de la vida.
-¿Y
qué tal con la nueva sede? -acabó por preguntar a Tony Capelo.
-Muy
bien. Fue una magnífica idea continuar en White Plains. A nadie se le ocurrirá
buscarnos a tres cuadras del Black Pearl. El edificio es mucho mejor y las comunicaciones
siguen tan apropiadas como antes.
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