jueves, 2 de abril de 2015

Capítulo XLVIII


Era media mañana de un día fresco y lluvioso de octubre, cuando el chicharreante, impersonal y confuso altavoz de la terminal 1 del aeropuerto Adolfo Suarez-Barajas de Madrid anunciaba el embarque de pasajeros del vuelo DL415, de Delta Air Lines, con destino a New York.

Un poderoso y capaz Boeing 764 esperaba a los viajeros al final del túnel de embarque.  En el interior del estrecho pasadizo, caminaban Helen y un intranquilo Rodríguez, al que volar tan alto y tan deprisa le hacía sentir garabatos en el estómago y un molesto nudo de congojo en su garganta. Junto a ellos, otros 236 pasajeros pugnaban por entrar en el aparato.

Viajaban a Nueva York respondiendo a la angustiosa llamada de unos parientes de Helen que solicitaban su intervención en un delicado asunto que afectaba a uno de sus primos. Este hombre se hallaba detenido, acusado de fraude y apropiación indebida de varios millones de dólares en la Compañía donde trabajaba. La familia defendía su inocencia y apoyaba la versión del mozo, en la que declaraba ser objeto de un complot, elaborado mediante un entramado de pruebas falsas. Los verdaderos autores del desfalco trataban de cargarle el muerto, para  escapar de la acción de la justicia y, de este modo, vivir a salvo, felices y contentos, con sus bolsillos rebosantes de dinero robado.

-Mira Helen -dijo Rodríguez, tan pronto esta le puso en antecedentes de lo sucedido-, es imposible ocultar un fraude. A veces, es complicado averiguar el monto total, pero los verdaderos autores no tienen escapatoria, por muchas pruebas falsas que presenten. Si tu primo es inocente lo sabremos. Lo que me extraña es que la policía de allí no lo haya resuelto ya.

-Depende del detective que lleve el caso. -contestó Helen, conocedora de los entresijos y procedimientos habituales en las comisarías de Nueva York- Allí hay mucho trabajo y si encuentran pruebas medianamente convincentes, no se molestan más, dan por concluida la investigación y presentan el caso a la fiscalía. Por eso el abogado ha recomendado a mis tíos que contraten a un investigador privado de confianza.

Rodríguez no dudó a la hora de echar una mano a los parientes de Helen en el otro lado del charco. Y, puesto que no habían tenido la oportunidad de realizar el acostumbrado viaje de luna de miel, después de su boda, pensó que aquella era una ocasión pintiparada para celebrarla. Encargó un buen hotel en la agencia de viajes, y tampoco escatimó en los pasajes al elegir business. ¡Como señores! -se dijo-. Sin embargo, no tardó en ocupar su mente una ambigua e insidiosa tentación de arrepentimiento tras este inusual rasgo de esplendidez, al comprobar que aquella hermosa "fiesta" le iba a salir por un riñón, un ojo de la cara o alguna que otra parte de su anatomía, aun más sensible y delicada.

Eso sí: Helen le obligó a contratar el vuelo en una compañía americana, pues no se fiaba de ninguna otra y menos de las low cost, añadiendo más escozor a las cavilaciones monetarias de Rodríguez.

Duraron poco aquellos malos pensamientos de racanez. En cuanto  arrellenó sus posaderas en el amplio y confortable sillón de la selecta área business -nada que ver con el hacinamiento de la clase turista-, y se vio con una copa de champán francés en la mano, servida con atenta delicadeza por una solícita azafata, tuvo que convenir que había merecido la pena. ¡Qué coño -pensó- un día es un día!

Todavía menos duró la tranquilidad a bordo de aquel avión. Apenas había transcurrido una hora desde su salida de Madrid y volaban ya sobre las encrespadas olas del Atlántico, cuando varios tipos morenos y de cetrina tez, armados con cuchillos, pistolas y explosivos, se hicieron con el aparato en nombre de la Yihad Islámica. En un inglés con fuerte acento extranjero, trataron de calmar la inquietud y alarma de los pasajeros, asegurando que el pasaje no tenía nada que temer, si permanecían en sus asientos en calma y obedecían sus órdenes. En caso contrario se verían obligados a eliminar a quien opusiera resistencia e, incluso, hacer explotar el aparato en vuelo, si fuese necesario. Después obligaron a los pasajeros a entregar sus teléfonos móviles.

-¡Me cagüen la leche! -exclamó Rodríguez- ¡Sabía que iba a ocurrir algo así! ¡Tú y tu manía de volar con una compañía americana! ¡Ya ves en qué lío nos hemos metido! ¡Con lo bien que hubiéramos venido en Iberia!

-¡No seas pesado, Luis y deja de lamentarte! -replicó Helen- Esto podía haber ocurrido en cualquier otro avión. Además, este no es más que otro de los muchos secuestros aéreos que han ocurrido en todo el mundo. Lo normal es que se resuelva sin mayores problemas, como siempre.

-¡Coño, claro! Como os tienen tanto cariño por todo el mundo...¡Lo raro es que no tengáis más follones de estos! ¿Y de verdad tú te crees que esto es un secuestro normal?

-Pues claro ¿Qué si no? -contestó Helen, algo confusa.

-¡Pero, coño, Helen! ¿No lo ves? -insistió Rodríguez bastante alterado- ¡Estos cabrones se van a inmolar! No han variado el rumbo. O sea, seguimos hacia Nueva York. ¿Te imaginas para qué? Si solo fuese un secuestro, estaríamos volando hacia un país africano, donde pudieran hacer sus reivindicaciones con una cierta seguridad, y escapar más tarde con la ayuda, o la vista gorda, de las autoridades locales.

-¡Dios mío! ¿Estás bien seguro de lo que dices? -preguntó Helen, ahora mucho más alarmada.

-Lo que yo te diga. ¿Es que no os dieron lecciones sobre esto, en vuestra academia de policía? Esta gente utiliza para sus secuestros de aviones a combatientes experimentados, duros, decididos y expertos en el manejo de las armas, Ahora fíjate bien en estos tipos: están muy nerviosos, se nota que son novatos con las armas por la forma de empuñarlas y sus manos no están encallecidas por su manejo. Son pipiolos, seguro. Estudiantes, universitarios o algo así. Chavales con la cabeza llena de ideas raras, fáciles de inflamar con eslóganes sublimes: los más tontos y gilipollas, vamos. ¿Quién si no, se iba a prestar a una cosa como esta?

-Si es así, algo tenemos que hacer -dijo Helen metida ya en su papel de detective.

-Seguro, no vamos a permitir que nos apiolen sin más ni más...¡De eso nada! De momento ya han cometido su primer gran error: se han precipitado al iniciar la acción demasiado pronto. Ahora nos quedan siete horas, como mínimo, para preparar un buen plan y neutralizarlos. Para ellos, en cambio, este tiempo les va a pesar como una losa en sus nervios y en su determinación. ¿Sabes si hay policía de escolta en estos vuelos hacia América?

-No estoy segura -respondió Helen- A raíz del 11-s se creó ese servicio, pero no sé si se mantiene en la actualidad.

-Bueno, lo primero que hay que hacer es recopilar la mayor cantidad posible de información: cuántos son los secuestradores, cuántos pilotos, auxiliares de vuelo, médicos, enfermeras, tíos echaos p´alante que nos puedan ayudar y, algo muy importante, tenemos que saber qué pasa en la cabina. Otra cosa: esta gente tiene armas, pero no las han podido traer ellos. Jamás hubieran conseguido eludir el minucioso registro que nos hacen antes de embarcar. Esto quiere decir que contaron con la ayuda de algún tripulante para subirlas a bordo. Habrá que descubrir quién es.

Rodríguez sabía muy bien lo que había que hacer, pero poner en práctica esas medidas era harina de otro costal. Se hallaban incomunicados en la zona Business, junto a otros 35 atemorizados pasajeros, mujeres y gente mayor en su mayoría, en la parte delantera del aparato. Estaban separados de la zona Economy Confort y Economy  -91 asientos en total- por el lugar de preparación del cáterin y los lavabos. Detrás de esta había otra zona Economy más, con 115 asientos, separadas ambas por sus correspondientes lavabos y cáterin. El avión, mientras tanto, volaba casi al completo hacia su fatal destino.

Helen y Rodríguez lo habían intuido, aunque en realidad, poco podían hacer para evitarlo: su aislada posición les impedía conocer nada de lo que sucedía en las otras dos zonas del aparato. Solo cuando escucharon varios gritos y un par de disparos, supieron que allí se estaba produciendo algún acto de violencia.   

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