martes, 21 de enero de 2014

Capítulo XII


El lujoso apartamento de Joe estaba situado en un exclusivo condominio, construido en el norte del Upper Side, muy cerca de Los Cloisters. La dubitativa Helen y el empecinado Rodríguez llegaron ante el edificio pasada la media noche. La calle estaba medianamente iluminada y no había tráfico.

-Aquí no te va a ser tan fácil entrar en el edificio. Estos condominios suelen tener vigilancia las 24 horas y disponen de circuitos cerrados de televisión con cámaras en todos los pisos y escaleras.

-Hay que entrar -dijo Rodríguez, decidido- ya me las arreglaré.

-Bueno, en fin. Voy a ayudarte... y que sea lo que Dios quiera -se avino Helen con resignación, al tiempo que enfundaba su cabeza con una negra capucha- Mientras yo reduzco al vigilante, tú te encargas de registrar el apartamento. Y ponte esta otra máscara, por favor, no vayas a salir en alguna cámara oculta.

Salieron del coche y se dirigían ya al edificio, cuando, al mirar hacia la cuarta planta, el apartamento de Joe, alcanzaron a ver una ráfaga de luz que iluminaba, por un momento, una de las ventanas.

-Damn´t! -exclamó Helen- ¡Hay alguien en el apartamento!

-¡Venga, vamos a detenerlos! -decidió Rodríguez entusiasmado- Hoy es nuestro día de suerte.

-Stop bothering me! ¡Quieres escuchar, joder! -Helen estaba desesperada- ¡Que no podemos! ¿Cómo quieres que te lo diga? No podemos ni estar aquí.

-¡Pero es una oportunidad de oro para esclarecer este asunto! por fin tenemos algo en que agarrarnos.

-¡Es igual, maldita sea! -casi gritó Helen- ¡No podemos y se acabó!

-Quizás tengas razón -concedió al fin Rodríguez, aunque de muy mala gana- Se podría armar un follón de mil demonios. Bien, vamos a esperarlos en el coche y cuando salgan los seguiremos discretamente. Eso sí que podemos hacer ¿no?

Helen aceptó con un meneo de cabeza pero sin pronunciar palabra.

Casi dos horas después, aparecieron por el brillante portal dos oscuras sombras que se deslizaron hasta un potente coche aparcado como diez metros más allá.

-Espera a que arranquen y sal despacio, con las luces apagadas, hasta el primer cruce -advirtió Rodríguez- y pégate a la acera para que no te vean.

La maniobra surtió efecto y consiguieron llegar hasta la DFR Dr, ya con buen tráfico, sin hacerse notar.

-Voy a acercarme un poco para leer la matrícula -dijo Helen.

-No, es mejor no arriesgarse. Esa matrícula no nos servirá de nada. Será falsa 100%. Seguro -afirmó Rodríguez.

A pesar de la precauciones tomadas por los dos agentes, de improviso, el coche que perseguían hizo una extraña maniobra y salió disparado hacia delante.

-¡Me cago en la leche! ¡Nos han descubierto! - masculló Rodríguez- ¡Tira, tira y no los pierdas!

Se estableció una endiablada carrera de los dos coches, sembrando el pánico entre los demás automovilistas que circulaban por la autovía.

No duró mucho. A la altura del Yankee Stadium, los fugitivos saltaron la mediana y dejaron la autovía por una entrada. Después sortearon con una habilidad circense los coches que les venían de frente, enfilaron el puente de llegada al Bronx y se perdieron en el populoso barrio.

-Los perdimos -se lamentó Helen.

-Bueno, pero hoy hemos adelantado bastante. Mis sospechas se han confirmado y ahora se abrirá una nueva vía en la investigación. Además conocemos la marca y características del coche de los sospechosos.

-Pero, ¿tú sabes la cantidad de coches de esta marca que habrá en New York? Será como buscar una aguja en un pajar...si me hacen caso y se autoriza la búsqueda.

-No creo que haya demasiados. Es una marca europea de alta gama. El color y los extras exteriores que pudimos ver reducirán el campo de búsqueda. Y te harán caso ¡ya lo creo que lo harán! Dile a tu jefe que hemos sufrido una persecución y verás como mueve el culo el departamento entero. Ahora es inútil volver al apartamento, esta gente era profesional y no habrá dejado nada sin revisar.

Helen le miró y, en aquel momento, se dio cuenta de que el hombre de apariencia vulgar que tenía delante escondía, en su interior, una personalidad mucho más aguda, experta y calculadora. En verdad, no era tan tonto cómo parecía, se dijo.

A la mañana siguiente, muy temprano, Rodríguez hablaba con su jefe, el comisario Casado, como todos los días.

-¿Qué hay de nuevo, Rodríguez? -preguntó de entrada el comisario.

-Bueno, algo se pudo avanzar ayer. Nuevas investigaciones -ni por un momento se le pasó por la imaginación a Rodríguez, relatar a su jefe su aventura nocturna- han dado como resultado que hoy se abandone la hipótesis de la venganza de un inversor agraviado, en la muerte del hijo de la señora Fuster. Ahora se abre paso, de forma oficial, la sospecha de que los autores pertenecen a una organización criminal de negocio sucio.

-¿Y eso es todo? Pues sí que me has dado un notición. ¡Vamos! Que ya puedo cerrar el caso ¿no?

-Al menos la encuesta ha tomado la dirección deseada. No me pida milagros, jefe. Si de mí dependiera ya habríamos obtenido algún resultado, pero esta gente trabaja al paso de la burra.

-¡Ah, y otra cosa, jefe! En el fichero de clientes y negocios del muerto, he podido ver varios asientos de mucho importe de la corresponsalía de Goldman Sachs, en las islas Caimán, de una empresa de Barcelona, llamada ServyPiX, SA. Parecen inversiones legales, pero me huelen mal. Creo que sería bueno que hiciera investigar a esta sociedad.

Poco tiempo después de cerrar la comunicación con España, pasó a buscarle Helen. Un nuevo día comenzaba para Rodríguez en la inmensa urbe de Nueva York, y una tenue luz de esperanza se abría ante él y su gran sueño de resolver un caso importante de verdad.         

No hay comentarios:

Publicar un comentario