Bob
Bryant ha proporcionado un refugio seguro a Margaret en Queens. Se trata de una
casa unifamiliar, perdida entre las miles de parcelas de similar factura que inundan
los alrededores de Meadow Lake.
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Refugio de Margaret en Meadow |
Está
situada en una discreta esquina de la 186th St con la 64th Ave. Cuenta con una
alta y sólida reja de protección, un denso arbolado que la semi oculta y
dispone de varias vías de escapatoria, muy útiles para el caso de tener que
salir huyendo ante un inesperado ataque o algún inminente peligro.
En
su interior, Margaret y Bob dialogan sobre la circunstancias que rodearon la
muerte de Joe.
-¿Estás
seguro de que los asesinos de Joe no fueron los mismos que acabaron con la vida
de William? -inquirió Margaret.
-No,
no, seguro -contestó Bob, rotundo-. Mataron a tu marido para taparle la boca.
Si la "organización" hubiera tenido la
menor sospecha de que Joe sabía algo de sus manejos, haría ya mucho tiempo que
estaría muerto. Tú, en cambio, sigues estando en peligro.
-¡Pero
yo no sé nada! -protestó Margaret- Jamás William me habló de sus asuntos.
Siempre decía que me mantenía al margen para protegerme.
-Esa
gente tiene mucho que perder y ningún escrúpulo para eliminar a cualquiera. Es
suficiente la menor sospecha de perjuicio para acabar con quien pueda
provocarlo. Una muerte más o menos les da igual.
-Entonces...¿Quién
crees tú que ha podido ser el asesino?
-Mira
Margaret. Joe andaba metido en negocios muy turbios. El asesinato ha sido una
venganza y no me cabe duda de que el dinero sucio estaba en medio de todo este
asunto. ¿Quiénes fueron? Para saberlo necesitamos acceder a la documentación de
sus negocios extra oficiales.
-Tienes
razón -aseguró Margaret- Yo sé que Joe había almacenado una fuerte suma de
dinero negro. La relación de esos depósitos, así como la documentación de los
negocios gestionados al margen de la ley, deben estar ocultos en algún sitio. Pero...¿cómo
buscarlo sin darme a conocer?
-Bien.
Como tú no puedes correr el riesgo de identificarte, haremos un registro
nocturno de la oficina y el apartamento de Joe. Si no encontramos nada, echaré
mano de mis antiguos colaboradores y, con su ayuda, estaremos en disposición de usar métodos más
expeditivos.
Más
o menos a la misma hora, Rodríguez rendía su diario informe al comisario Casado.
-¿Cómo
va eso, Rodríguez? -preguntó el comisario.
-No
sé, jefe. Esta gente me tiene frito. Yo no sé si se hacen los locos o es que no
saben nada de nada. Pero no se preocupe, comisario, que de hoy no pasa sin que
me den el informe de los registros.
-¡Venga,
coño! Que no estamos para perder el tiempo. Mañana sin falta quiero tener algo
concreto sobre este caso -y añadió, rotundo- ¿Me ha oído bien, Rodríguez?
¡Mañana!
-¡Qué
sí, jefe, qué sí! Ahora mismo estoy esperando al nuevo agente de enlace que me
han asignado para ir a consultar el expediente.
-¿Qué
ha pasado con el otro? -preguntó extrañado el comisario.
-Nada,
que aquí tienen la costumbre de que cuando alguien le da al gatillo, le conceden
un descanso y lo mandan unos días al loquero. Ahora tengo a una
mujer por compañero.
-Bueno,
lo que nos faltaba. Ojito con lo que haces.
-Tranquilo,
jefe. Es un marimacho de mucho cuidado. No es que esté mal, al contrario, la
verdad es que está como para mojar pan, pero oiga, como esta moza te eche
encima esa mirada de hielo que tiene, te quita de raíz cualquier mal pensamiento.
-En
fin, ten cuidado y no me metas la pata. Y...¡Venga! ¡A trabajar de una puñetera
vez!
En
Barcelona, en un importante despacho de Paseo de Gracia, un hombre de
distinguida presencia hablaba por teléfono con voz de mando y aire de ostentar notable poder :
-¡Oiga!
¿Me puede decir qué fue del asunto de Márgara Fuster?
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