El
insistente sonido de un teléfono interrumpió, durante un momento, el animado
diálogo que mantenían dos hombres en el despacho del General O´Connell, jefe
del Departamento de Servicios Especiales de la Defensa, SSD.
Este
descolgó el teléfono, comprobó que se trataba de una llamada sin identificación
y dijo:
-O´Connell
al habla ¿Quién llama?
-Soy
yo, general.
-¡Hombre,
Pieterf! ¿Dónde te has metido? -mientras hablaba, O´Connell hizo un gesto con la
mano que hizo salir precipitadamente al otro hombre del despacho- Estoy
esperando noticias sobre el asunto que discutimos anteayer. Cuentame tus
progresos.
-Sí.
Estos días he hecho muchos progresos...gracias a mi fino olfato. Pero de eso
Vd., general, ya está bien enterado ¿no es así? -contestó Pieterf con tono seco,
claramente contrariado.
-¡Eh,
eh, Pietref! ¡A qué viene esto! ¿Qué tratas de insinuar? ¡Explícate!
Pieterf
hizo caso omiso a las voces conminatorias de su jefe, a pesar de estar dichas
con la voz segura y dominadora de quien está acostumbrado a ser obedecido sin
réplica, y le habló con el mismo tono cortante y serio.
-Escúcheme,
general. Ayer sorteé una trampa, bien burda por cierto, y espero que no vuelvan
a repetir el intento. Quiero advertirle que he tomado mis precauciones. He
puesto a buen recaudo un interesante dosier que será hecho público si me pasa
algo. Y piénselo bien, general, antes de tomar una decisión equivocada: le
aseguro que yo también soy muy mal enemigo -después de esta última palabra,
Pieterf cortó la comunicación.
-¡Pero
qué dices, hombre! ¿Te has vuelto loco?...¡Pieterf, eh, eh! ¡Escucha!...¡Óyeme!
-en este momento, O´Connell se dio cuenta de que la comunicación estaba cortada
y tiró con rabia el teléfono sobre la mesa, al tiempo que soltaba una sarta de
juramentos.
Al
instante entró el otro hombre en el despacho.
-No
ha habido tiempo suficiente para localizarle, pero ha hecho la llamada desde un
aparato móvil. Nuestros hombres ya están trabajando para identificarlo. Pronto
estaremos en condiciones de seguir sus pasos.
-¡Maldita
sea! Ojala me equivoque, pero me temo que este hijo de perra nos va a dar
muchos quebraderos de cabeza.
-No
se preocupe, jefe. pronto estará en nuestras manos.
-Id
a por él -escupió, más que dijo O´Connell, dando un fuerte puñetazo en la mesa-
pero tened buen cuidado de cogerlo vivo. Hay que hacerle cantar hasta averiguar en dónde tiene
escondido ese informe.
Pieterf
contempló, pensativo, las oscuras aguas del East River desde lo alto del
Williamsburg Bridge y, al cabo de un rato, tiró al río el teléfono móvil que
mantenía en su mano derecha, subió el cuello de su gabán y comenzó a caminar,
sin prisa, hacia el otro extremo del puente, en dirección a Long Island.
En
un despacho de la comisaría de distrito, amablemente cedido a Rodríguez por la
jefatura, se hallaban este y Helen, su agente de enlace, revisando la
documentación correspondiente al caso de la muerte de Joe.
-¡Pero,
coño!¿Qué clase de informe es este? ¡Pero si aquí no hay nada útil! -se quejaba
indignado Rodríguez.
-Es
lo que hay -contestó de mal humor Helen, molesta porque un policía de un
insignificante país dudara de la eficacia de sus compañeros- La investigación
está a cargo de dos detectives muy capaces con un historial inmejorable. Si
ellos no han encontrado nada es que no hay nada que encontrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario