viernes, 17 de octubre de 2014

Capítulo XXVIII


-¡Bueno, bueno, amiguito! Por fin te has decidido a cantar. Me alegro, has tomado una sabia decisión -rompió así Pieterf el silencio que inundaba el lóbrego recinto, donde un Homer, semi desfallecido, hambriento, cercano a la deshidratación, enflaquecido, maloliente y mostrando un aspecto general lamentable, había resistido una semana entera, colgado de un gancho del techo por las muñecas, con un mínimo apoyo de sus pies en el suelo.

Ante el prisionero se hallaba Pieterf, a cara descubierta y despojado del disfraz -uno de los mejores entre los muchos que poseía, por cierto- con el que había dado caza a Homer. A su lado, presenciaban la escena Bob y Margaret, encapuchados ambos por recomendación de Pieterf.

-¡Eres tú, hijo de la gran zorra! -gritó Homer al reconocer a Pieterf.

-¡Claro! ¿Qué esperabas? ¿Pensabas que era fácil librarte de mí? Deberías haber echado una ojeada a mi expediente antes de intentar acabar conmigo. Lo que me extraña es que el cerdo de tu jefe no te haya informado del peligro que encierra acosarme. Eso me pone de muy mal humor y cuando yo me enfado mis enemigos corren el riesgo de acabar muy mal.

-Yo solo era un mandado que debía cumplir las órdenes del general -se justificó Homer, algo más amansado.

-Bien, pues ahora vas a cumplir las mías. Cuéntame todos los planes de O´Connell y las acciones delictivas que haya ordenado, y tú conozcas, desde la A a la Z.

-Sí, claro ¿Y qué voy a ganar yo con eso? -preguntó Homer, mostrando un último rasgo de su perdida arrogancia.

-Tu asqueroso pellejo -contestó Pieterf, escupiendo sus palabras, para hacer bien patente el desprecio que sentía por aquel mal bicho- Mira, de la cárcel no te salva nadie, pero si colaboras puede que hagamos la vista gorda en alguno de tus delitos y te libres de la perpetua. Pero, allá tú. Ya has conocido en esta semana lo qué te espera si te niegas.

Convencido Homer de haber perdido aquella partida, sin ninguna carta más que jugar, ni esperanza de recibir ayuda exterior, rindió por entero su voluntad a sus captores y durante dos largas horas estuvo vomitando los oscuros e inmundos tejemanejes de su infame jefe. Hecho esto, permitieron que se adecentara algo y, tras proporcionarle comida y bebida, consintieron que se acostara en un sencillo catre, bien amarrado a él por seguros grilletes y fuertes cadenas

Más tarde, Pieterf, Margaret y Bob discutían los resultados de la sesión.

-¿Estáis seguros de que este bestia estará de acuerdo en ir a la Corte para declarar? -preguntó Margaret.

-Su declaración no es suficiente -aseguró Bob- Deberemos encontrar pruebas que confirmen su testimonio. Sin ellas es inútil presentarlo a la fiscalía, pero una vez que las obtengamos no le quedará más remedio que declarar contra su jefe. Será su única oportunidad de salvar la piel.

-Sin duda -asintió Pieterf-. Lo malo es que esas pruebas se encuentran en la sede del SSD en Grymes Hill. Para hacernos con ellas tendríamos que asaltar sus oficinas y eso no es asunto fácil. La anticuada apariencia del edificio envuelve y oculta a un moderno y sofisticado complejo de estancias, corredores, elevadores y despachos, fuertemente protegidos con las últimas técnicas de vigilancia.

-Pero tú conoces bien todo eso -insinuó Margaret-, algo se te ocurrirá para poder entrar allí.

-No sé...Lo ideal sería acudir de noche y reducir a los vigilantes, pero aun así no dispondríamos de las claves de entrada a los departamentos y despachos. Las de Homer no sirven. Habrán sido desactivadas al hallarse desaparecido y de las mías para qué contaros. Además, por lo que yo sé y  Homer ha confirmado, la información sensible o clasificada se encuentra en la cámara acorazada instalada en el despacho de O´Connell y recuerdo que éste se ufanaba de que no había hombre en la tierra capaz de abrir su caja fuerte.

-¿Y no habría modo de desconectar los módulos de apertura y cierre de comunicación interior? -preguntó Bob, al que no le eran extrañas situaciones como estas, debido a  sus muchos años de intenso servicio  como agente especial del gobierno.

-¡Uff! -resopló Pieterf- La seguridad en las puertas de los departamentos, ascensores y despachos está establecida mediante la combinación de teclados, tarjetas magnéticas y lectores de huellas digitales en uno o los cinco dedos, según los distintos niveles de protección requeridos. Todo esto está complementado con varios sistemas de alarma operados por sensores térmicos, de movimiento, electrónicos contra la manipulación de los aparatos, cámaras y rayos laser.

-¡Vamos, dilo de una vez! -exclamó Margaret- Es imposible entrar allí ¿no?

-No diré tanto. Imposible es una palabra que no me gusta, aunque hay que reconocer que es una misión muy complicada. Sin embargo, tenemos que idear la forma de hacerlo. Sin conseguir pruebas sólidas que incriminen al general y a sus poderosos compinches, de nada nos sirve este animal de Homer. Dejadme unos días para pensar en algo viable. Luego hablamos.

En cuanto Pieterf abandonó la casa de Bob, este no perdió tiempo en comunicar a Margaret las negativas sensaciones que había  percibido durante la  anterior conversación. En realidad, seguía manteniendo un cierto resquemor o desconfianza hacia él, alimentado más por los celos que le producía la impresión personal de un presunto y progresivo acercamiento afectivo entre Margaret y Pieterf, que por cualquier otra causa real

-Sospecho que Pieterf no está por la labor de asaltar la sede de la SSD.

-¿Por qué dices eso? -replicó Margaret, sorprendida- No me parece que sea el tipo de hombre que se arrugue ante cualquier dificultad.

-Llámalo intuición, si quieres, pero esa fue la impresión que saqué al oírle acumular tantas trabas y dificultades en la descripción que hizo de las oficinas del SSD.

-Mira Bob, conozco a los hombres mejor que nadie y te aseguro que si no asaltamos el cubil de O'Connell, será porque tiene un plan mejor, no porque no se atreva. Así que esperaremos sus propuestas tal como hemos acordado.

-Como quieras, pero ya verás como ese trabajo acabaremos por tener que hacerlo tú y yo -termino así la discusión Bob, que no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.

Al día siguiente, las noticias de la mañana en la NYC TV daban cuenta de un enfrentamiento armado entre dos bandas rivales en el Distrito 5º. Tres muertos y cuatro heridos de diversa gravedad había sido el resultado de la pelea.

Informaciones posteriores obtenidas por Bob Bryan entre sus amplios  contactos, tanto en la policía como en los bajos fondos, les dieron a conocer los detalles de la refriega.

Varios pistoleros de Danny Grosseto habían tendido una emboscada a un transporte de dinero sucio, cuando se dirigía al cuartel general de Franky Rossano en Little Italia. Tanto los muertos, como los heridos, eran gente de Rossano. Los hombres de Grosseto habían desaparecido tras apoderarse del botín, sin que se conocieran sus bajas, en el caso de que las hubieran tenido.

-Nuestro trabajo comienza a dar sus frutos. ¡Ojala no quede ni rastro de esa gentuza en la ciudad! -exclamó complacido Bob, al tiempo que, a su lado, Margaret asentía.      

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