martes, 19 de agosto de 2014

Capítulo XXVII


Los hombres de Grosseto huyeron del Red Lion como alma que lleva el diablo, celebrando la suerte de haberlo conseguido con solo pequeños rasguños y convencidos, al mismo tiempo, de haber sido objeto de una traicionera trampa urdida por el capo Rossano.

A Tony Capello, uno de los lugartenientes de Grosseto y encargado de sus negocios en New York, le faltó tiempo para comunicar los hechos a su jefe, que se encontraba en la sede central de la banda, en Philadelphia.

-¿Cómo ha ido la reunión? -preguntó Grosseto, en cuanto recibió la llamada de Tony.

Desde que recibió la invitación de Rossano para hablar de negocios, a través de un sospechoso e-mail, en el que precisaba lugar, día y hora, Danny se hallaba expectante, con sus orejas de lobo estepario bien tiesas, cavilando sobre la proposición de su rival y las verdaderas intenciones que le habían movido a organizar aquel encuentro. A última hora, decidió enviar a Tony Capello en su lugar, protegido por cuatro de sus hombres, en previsión de alguna desagradable sorpresa.

-Era una trampa, jefe, y hemos salido de ella de puro milagro. Tenía razón cuando nos advirtió que tuviéramos cuidado.

-Bueno, esto tenía que llegar. Rossano ha decidido declararnos la guerra y la va a tener como no imagina. Él es más fuerte allí, pero también está más expuesto, debido a su mayor volumen de negocio. Es hora de estar vigilantes. Debemos replegarnos y hacernos fuertes en los lugares de mejor defensa para estudiar sus puntos débiles. Le daremos fuerte en donde produzcamos más daño. El próximo golpe corre de nuestra cuenta.

Grosseto dominaba el delito organizado en varios Estados del centro de EE. UU, aunque sus negocios más rentables se hallaban en Pensilvania, distribuidos entre su capital, Harrisburg, y Philadelphia. En el South Philly de esta última ciudad, donde habitaba el mayor núcleo de población italiana de la nación, después de N. Y., reinaba Grosseto, sin competencia ni nadie que osara hacerle frente.

Había modernizado sus estructuras, al estilo de la Camorra napolitana, y se servía de una tupida red de colaboradores, muchos de ellos sin sospechar que trabajaban para la mafia, en todos los estamentos del Estado. Esta estrategia le permitía licitar con ventaja en los proyectos de construcción, obras públicas, transportes, basuras y residuos tóxicos.

Sin embargo, desde la llegada de la profunda crisis económica de 2008, el transporte, la construcción y las obras públicas habían sufrido una notable reducción en su volumen de negocio, por lo que el astuto capo trataba de intervenir con nuevos negocios en otros Estados de la Unión.

Como el norte, con Chicago y Detroit, y el sur, con Nueva Orleans y Miami eran territorios prohibidos al estar ocupados por bandas de excepcional poderío, Grosseto decidió intervenir en la cercana ciudad de N. Y. con la esperanza de que la enorme dimensión de la urbe enmascarara su labor, hasta lograr un asentamiento potente y consolidado.

Además necesitaba hacerse con urgencia de lavanderías -así llamados los lugares donde se blanqueaba el dinero negro- en un lugar mayor y menos expuesto que Philadelphia. A tal fin, había ido adquiriendo algunos bares, heladerías, pequeños restaurantes y hoteles, estratégicamente asentados en la periferia de la Gran Manzana, tras situar su central de operaciones en un modesto Night-club, el Black Pearl, en Mamaroneck Ave. En aquel lugar, Grosseto había colocado a Tony Capello al frente de su nuevo tinglado.

Pero Rossano ya había detectado la intrusa actividad de los hombres de Grosseto y los tenía bajo estrecha vigilancia, dentro del punto de mira de sus armas. El desconcertante e inesperado asalto y robo del Red Lion había provocado en el todo poderoso capo toda clase de sensaciones, desde alarma y recelo, hasta rabia e incontenibles deseos de venganza.

Al mismo tiempo, también en Macdonall St. de Hempstead se estaba produciendo una animada y esclarecedora conversación sobre los sucesos acaecidos en el Red Lion.

-¡Ja, ja, ja! -reía con ganas Margaret- Esta vez nos hemos divertido a lo grande ¿eh Bob?

-Apuesta todo tu dinero al sí -asintió Bryant- En toda mi puñetera vida de agente especial, jamás había intervenido en algo tan cómico, desbaratado y esperpéntico. ¡Qué gozada! Fue un desconcierto total: nadie sabía lo que estaba ocurriendo y, menos aun, de dónde venían los tiros. Desde luego, estos equipos de ocultación de William son una maravilla. ¡Vaya logro! Lástima que no le dieran tiempo para utilizarlos.

-Nosotros lo haremos por él -afirmó decidida Margaret, aunque en seguida continuó su charla con un tono de voz algo menos rotundo- El caso es que, en cuanto entré en el despacho del encargado del local, tuve la impresión de que me veía. Giró su mirada hacia mí y puso unos ojos como platos. Fue como si viera llegar a un fantasma.

-No, no te pudo ver. Él notó esa ligera distorsión de la imagen que se produce en el holograma con nuestro movimiento. Sobre todo a tan corta distancia. Pero seguro que todavía se está preguntando qué es lo que vio. Y...¡oye! me acabas de dar una idea genial: con lo supersticiosos que son estos latinos y un poco de arte, bien podríamos pasar por fantasmas.

-¿Estás de broma? ¡Vaya ocurrencia! Tengo la impresión de que la juerga de tiros de hoy han despertado en ti algún escondido y olvidado deseo de diversión. Recuerda que estamos metidos en un asunto muy serio y nos enfrentamos a gente muy peligrosa, que no suele andarse con bromas a la hora de resolver sus problemas por la vía rápida.

-Todo eso es cierto, pero ahora mismo gozamos de una posición estratégica envidiable. La jugada de enfrentar a los dos clanes nos ha salido perfecta y así hemos logrado encender la mecha de una dura y explosiva guerra de desgaste que nos evita cargar con el penoso trabajo de hacer sangre. Sin embargo, necesitaremos seguir interviniendo para mantener el actual desconcierto y, al mismo tiempo, debemos evitar que puedan identificarnos.

-¿Y pretendes que ese papel lo asuma tu "fantasma"?

-¡Correcto! -afirmó Bob Bryant, rotundo- Te repito que esta gente es capaz de creer en cualquier cosa. Son tan supersticiosos e imaginativos que cuanto más extraño sea un suceso, más inclinados están en creer en su origen sobrenatural. Te lo aseguro: con nuestros equipos y un poco de teatro por nuestra parte, podemos llevar a cabo nuestro plan de castigo a Rossano a la perfección y, de paso, divertirnos como nadie.

-Me acabas de convencer -concedió Margaret, dando fin a la discusión.

Durante el resto del día, ambos amigos emplearon su tiempo en planear el próximo paso en su lucha contra el sanguinario capo, responsable del infame asesinato del hijo de Margaret, Joe Foster, más conocido como Christopher Keane y, también, como Joan Cockoyster.

Era tarde ya, cuando sonó la alarma instalada en el sótano donde tenían recluido a Homer, el siniestro sicario del general O´Connell.

-¡Vaya, el pájaro ha decidido cantar! -exclamo Bob- Avisa a Pieterf.